Sentada en la cocina, me dispongo a renunciar a la impostura de querer en sueños, a la francesa. Una disposición muy noble, si señor, una que ya demoraba su presencia. La espalda recta, el ánimo bien despierto, resuelto. El frío ayuda, espabila, obliga al corazón a dejarse de tonterías. Hay que tomarse estas cosas con ridícula seriedado o no mencionarlas en absoluto. Si hay que hacer más cafe; se hace más cafe.Cualquier cosa con tal de evitar que nos venza el cansancio. Bien mirado, no es de extrañar el desastre que me procede, nunca antes demostré tal entereza; me conformaba, supongo, con el rumor infantil de las ensoñaciones, con la temperatura amable y engañosa de las habitaciones más calientes. No era capaz entonces de soportar el frío, me quejaba, como los niños protestan por cualquier cosa y lo desean todo sin desear nada y se aburren a cada rato de sus regalos nuevos. Pero ese tiempo ya ha pasado, este tiempo es otro. Ni sanvalentines, ni hostias. Ni cartas de amor, ni mierdas. Ni champan, ni flores. Un café más y a lo que ibamos.
Sentada en la cocina, ya no imagino nada, y me remito a los hechos. Hay datos exactos, pruebas, decisiones tomadas. Es muy posible que incluso tú a traves del pasillo escuches mi voz. No lo hago por distraerte, sino para darme la razón, para decirme que sí, que es cierto. No estoy ya para andar como las gatas, en silencio y como quien no quiere la cosa. Puedo hablar en voz alta y lo hago. Si de querer se trata, queramos, pero no como los poetas. Sin gemidos ni reproches. Que no se diga que el tiempo nos pasa por encima para nada. La paciencia siempre tuvo límites. No mentiré de nuevo.
Ya no es posible pretender querer sólo en febrero. Si se apagan las velas, qeu se apaguen; si se mueren las rosas, que se mueran; se si cae el champan, que se caiga. Nada se parece a ti, y por lo tanto me conveniente no compararte con nada. Más que harta estaba ya de la traición que te hacen los espejos.
Sentada junto al frío, me dispongo por fin a querer, pero no como los poetas, no con ese amor caprichosamente desesperado, no entre los tesoros que en realidad no tengo, sino enserio.